1 jun 2014

Segunda prueba con el hide: el martín pescador

Especies
Alcedo atthis

Una vez estrenado el hide y visto que ofrece posibilidades (sin ser la solución total), me dirigí a la zona del rincón de Caya, cerca de la desembocadura de este río fronterizo en el Guadiana. Junto a un pequeño remanso junto al que hay una pequeña colonia de abejarucos y donde también había visto revolotear un martín pescador, monté el aguardo. Intenté situarlo junto a unos juncos y le coloqué encima algunas ramas que disimularon un poco el bulto.
Tuve la idea de clavar una rama de eucalipto en el suelo, a unos 3 metros del hide, junto al agua, para ofrecer un posadero a los pájaros que me permitiera hacer fotos sin ramas por medio y con un buen fondo.

Y al rato ya había aprendido que aquí la paciencia y la calma son esenciales, pues hay que ir dispuesto a pasar horas metido en el aguardo, moviéndose lo mínimo y contemplando la posibilidad de no hacer una sola foto. Así que si uno se lleva algo para leer, el tiempo pasa mejor (algo ligero, pues no se puede uno enfrascar en la lectura y olvidarse de mirar a cada poco por las ventanas del hide).
Y así ocurrió, al menos un par de horas sin que nada se aproximara y empezando a hacer calor (hay que ir más temprano, sobre todo en tiempo caluroso), hasta el punto de decidir dejarlo para otra ocasión e ir puliendo errores.
Sin embargo, como suele ocurrir frecuentemente, cuando ya estaba moviéndome para recoger, un martín pescador (Alcedo atthis) decidió posarse en la rama que había colocado enfrente.
Los nervios al verlo tan cerca y querer hacer las fotos no me impidieron mover lentamente el objetivo y enfocar, pues fue mayor el temor a asustarlo y quedarme sin reflejar este mi primer momento mágico dentro del hide.
Una vez bien enfocado, hice un par de fotos. Se sobresaltó un poco y miró hacia el objetivo que sobresalía del hide, pero enseguida volvió a vigilar el agua para ver si localizaba algún pececillo que llevarse al pico.
Entonces, ya me desaté y comencé a tirar sin reparo, mientras el martín seguía a lo suyo. Varié la distancia focal, el diafragma y el encuadre, y pude hacer una bonita serie de fotos... mis primeras fotos de un ave tan cerca, llenando el encuadre.

Afortunadamente, las horas de espera tuvieron una hermosa recompensa al final: este precioso pajarito de vivos colores, rechoncho de de largo y poderoso pico, no tuvo inconveniente en posar un par de minutos, sin asustarse por los clicks de la cámara y me ofreció un momento que me quedó fascinado.
Las fotos, afortunadamente quedaron muy bonitas y eso acentuó el atractivo del momento capturado y justificó plenamente el tiempo pasado en el aguardo.






Algo me dice que voy a tener más encuentros con estos pequeños, pues parece una especie bastante confiada.